Me he levantado con la misma sensacion de
pesadez y abotargamiento que todos los dias uno de enero de todos los años que
recuerdo en mi vida. Con esa sensacion de horario traspapelado que todos los
años me acompaña, con ese reseco amargor en la boca de una cena a la que tu
organismo no esta habituado, que se va acrecentando con las años porque el
organismo tolera cada vez peor las transgresiones.
He puesto la televisión y entre las
repeticiones de los programas de la noche anterior he seleccionado, como todos los
años el programa de saltos de esquí en no se que estación invernal de no se que
país del norte de Europa, en el que refugio ese resto, que es la parte
principal, de mi sueño no satisfecho, pronto me quedaré de nuevo dormido al
amoroso rumor de los aplausos a los esquiadores. A través de la ventana,
mientras veo a lo lejos el despegue de un avión de Iberia, me llegan los rayos
claros y adivinádamente fríos del sol de enero. Nada es distinto de lo que
siempre ha sido un uno de enero. Dentro de un ratito mi suegra vendrá con un
vaso de limón con anís, que mi estomago agradecerá infinitamente. Casi el mejor
momento de la mañana.
A media mañana cambio de canal, haciendo
un pequeño recorrido por infinidad de programas absolutamente iguales que
muestran de forma abigarrada un balance de los logros, desgracias, catástrofes,
personajes positivos y negativos, anécdotas, etc... del periodo que examinan.
Otros muestran repeticiones de inacabables programas emitidos la noche
anterior, y en los que uno no sabría distinguir cual es cual, y en los que
ciertas figuras hacen todo un alarde de ubicuidad apareciendo de forma casi
simultanea en distintas cadenas. La proliferación de canales privados,
públicos, semipúblicos, locales, nacionales, internacionales... han hecho que
no haya suficientes personajes importantes para todos. Finalmente me paro, como
tos los uno de enero, en el Concierto de Año Nuevo, que retransmiten en directo
desde Viena. Como todos los años me digo que si algún dia los negocios van
mejor me gustaría verlo en directo.
Una vez acabado el concierto nos
vestiremos y saldremos hacia la casa de mis padres, donde celebraremos la
comida de año nuevo. La mesa larga en el salón estrecho, una cierta alegría de
estar un año mas todos los que debemos de estar, y una larga sobremesa que se
adentra con desparpajo en la oscuridad de una tarde corta de invierno, y a la
que me podré sumar cuando despierte de la siesta.
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