El soldadito de plomo llegó a casa a la hora
acostumbrada, se quitó su pierna ortopédica, se cambió de ropa y se dirigió a
la cocina, donde la bailarina de trapo trajinaba para preparar la cena.
-
La editorial está revuelta. –dijo a modo de saludo- He hablado con
los tres cerditos, con el hada madrina y algunos otros y se ha convocado una
reunión de personajes tradicionales para mañana. Según ellos la situación es
insostenible.
-
La verdad es que todo lo que está pasando es desconcertante. –dijo la
bailarina volviéndose y depositando un beso breve y cariñoso sobre los labios
metálicos del soldadito- Hoy en el mercado no me ha saludado ningún niño. Uno
se me quedó mirando y le preguntó a su madre por que iba vestida de una forma
tan antigua. Lo único que hizo la madre fue regañarle por hablar tan alto. Yo
creo que ella tampoco estaba segura de quien era yo.
-
Si, tal vez sea cierto que la situación está tan mal como ellos
piensan.
- ¿Prefieres las acelgas con rustrido o con aceite?-Preguntó la
bailarina volviéndose hacia los cacharros que estaban en la lumbre- Mañana te
acompaño a la reunión. Tengo ganas de cantarles las cuarenta a ciertos
personajillos, que no son precisamente de cuento, que seguro que también
asistirán.
El soldadito caminó, ayudado por la muleta
que usaba en casa para desplazarse, hasta el salón y puso la televisión. Un
gran cuadro cuyo tema era el barco de papel presidía la pared principal, y en
la estantería destacaba un tomo de una lujosa y antigua edición del cuento de
“El Soldadito de Plomo”.
- Me han asegurado que también van a venir algunos dibujos animados
clásicos. De la Warner y la Disney creo. Las versiones españolas.-Gritó el
soldadito a través del pasillo para que su voz alcanzara la cocina, donde la
bailarina aún trasteaba.
- Si, me ha llamado Heidi hace un rato y me ha dicho que ella, como
tiene algo de mano en los dos colectivos, ha estado haciendo gestiones con Bugs
y el Tio Gilito para que se unan a la causa.-
Su voz fue subiendo de volumen mientras se acercaba por el pasillo
cargada con la cena en una bandeja.- Excluidos terminantemente los japoneses
claro, aunque a ella eso le toque de alguna manera. Vamos a la mesa que la cena
está lista. Parece ser que el escándalo de la venta de la exclusiva de Chicho Terremoto
subiendole las faldas a una de los Pokemon, es lo que ha soliviantado
definitivamente a todo el mundo.
-
Si, eso y el Top less de otra japonesa bañandose en el lago de los
cisnes, y los disparates de la abuela de Piolín con un soldado de plástico de
una bolsa de veinte duros, y el escándalo sexual de otro de esos soldados, de
la misma bolsa con una imitación barata de R3PO, que a su vez ya había dado que
hablar con no se que otro muñecajo que tampoco recuerdo por que méritos era
popular, y el aumento de pecho, y exhibición, de la réplica barata de la
mariquita Pérez, y así podríamos estar hasta la próxima semana en que las
revistas se inventen de la nada otros cuantos escándalos con otros cuantos
personajes nuevos que nadie sabrá porque han llegado hasta sus hojas.
-
Si, eso es lo que enseñan ahora en el mundo, mierda y más mierda,
cuanta más mejor. Vamos a acabar todos como las moscas, comiéndola para poder
sobrevivir.
El soldadito cogió el mando a
distancia y puso la televisión. Repasó con hastío los distintos canales y con
un gesto de rabia apagó el aparato.
-
Eso es lo que podemos ver hoy, “Jornadas Mercurianas” en una, “Sorteo”
en la otra, “El Primo Hermano”, en la de mas allá, “Corazón Electrónico”, en
otra más, o si lo prefieres, y como gran diferencia, “Famosas, Famosillas y
Otras Jetas” en la última, así podremos contarle a los niños en el próximo
cuento como cierto personaje le pegaba a su ex-mujer. O con que Elegancia
Rosina Ramirez se callaba las palizas que le daba un supuesto bailarín de caja
de música...
-
Calla ya, anda, déjalo, se te está haciendo mala sangre y total para
nada.
- Para nada no, coño, estamos hablando de la educación de los niños.
Nosotros enseñábamos valores. Nuestras historias hablaban de valores, a veces
equivocados, otras acertados, pero nuestro fin no era la popularidad, si no contar una historia, y que
esa historia les calase dentro, les sirviese para algo.
Acabada la cena el soldadito se
levantó de la mesa. Aunque su cara de plomo no era excesivamente expresiva,
tenía claramente el ceño fruncido. La bailarina tomó la bandeja de la mesita
auxiliar y la cargó con los platos, vasos y cubiertos que habían utilizado
durante la cena, plegó el mantel y se dirigió con todo hacia la cocina.
-
Como no te calmes acabará sentándote mal la cena. Déjalo ya. ¿ Que te
dijo el Maestro editor de la edición escolar de nuestro cuento? ¿La van a sacar
ya?
Su voz se alejó al tiempo que el tintineo de
cacharros y cubiertos que llevaba en la bandeja, pasillo adelante. Tambien se
alejaba el cadencioso chancletear de sus zapatillas de casa.
“Ha engordado un poco”. Pensó el soldadito
fijándose en la figura de la bailarina mientras caminaba. “Ya no tiene la
figura, la gracilidad, la agilidad de hace algún tiempo. Doscientos años no
pasan en balde, ni siquiera para un personaje de cuento. Y si no no hay mas que
verme a mi, viejo, lleno de ralladuras y con el uniforme descolorido, He pasado
de ser un juguete roto a ser un juguete viejo, y encima roto.”
La cabeza se le venció a un lado acunado por
el ruido hogareño de los cacharros en la cocina.
“Ya solo importan el sexo, la violencia, el
engaño. Hemos perdido la moral en algún lugar del camino. Si me tocara la
primitiva, 1, 6 ....”
Un ligero resoplido marcó el punto en que los
pensamientos atropellados del soldadito se hicieron sueño reivindicador.
Al cabo de un rato la bailarina volvió de la
cocina. Había pasado por la habitación pequeña y, previsoramente cogió una
manta ligera. Ya antes de llegar al salón sabiendo, de antemano, que
encontraría al soldadito sentado en su sillón favorito, roncando, con el ceño
fruncido.
Se acercó a él suavemente, le acomodó la
muleta para evitar que durante el sueño se cayera y lo despertase con el golpe
y lo tapó con la manta hasta la cintura, y las manos. A los personajes de metal
les cuesta mucho entrar en calor y se enfrían con facilidad. Depositó,
mentalmente, un beso en sus labios y con una sonrisa de satisfacción cotidiana
se sentó a su lado, no demasiodo cerca para no despertarlo.
“Algún día volverán a llamarnos, soldadito.
Algún día los niños volverán a querer ser niños y no caricaturas de adultos.
Algún día hasta los mayores volverán a recordar que también son niños y
volverán los días entre hojas. Podrás comparte un uniforme nuevo y saludar
marcialmente a los niños por la calle. Ahora duerme mi buen soldadito. Ahora
duerme para que la espera se haga corta.”
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