Recuerdo con claridad cuando fui otro. Pensarás al oírme que hablo de vidas, de dimensiones, de secuelas de memoria de otras existencias, pero no, mis recuerdos de otro yo pertenecen a la secuencia de años de esta misma vida, de este mismo universo y plano. Pero yo era otro. Lo recuerdo claramente, con un dolor todavía lacerante en las entrañas cuando el miedo que entonces me lastraba vuelve a recrearse, aunque sea momentáneamente, cuando vuelven a mí las inseguridades, las infelicidades, la falta de afecto expresado que tanto sufrí sin saber por qué, sin saber que existía otra forma de vivir que no alcanzaba a imaginarme.
Replegado en un universo que recreaba para mi propia supervivencia me aferré a él en tanto conseguía equilibrar fuerzas con el mundo que me rodeaba, arañando tímidamente vivencias que curaran mi estima, amigos que afirmaran mi existencia, amores que justificaran mi valía.
Miro ahora, tantos años, casi una vida después, hacia atrás y me contemplo. Reconociéndome, como no, en aquel niño pero observándolo con la lejanía de saber que es otro, que no me une a él más que la continuidad de la vida y el tiempo y un apenas perceptible poso de sentimientos por personas y lugares que no siempre puedo encontrar en estos momentos.
Recuerdo con claridad cuando fui otro, con la misma claridad con la que jamás querría volver a serlo.
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